Estoy haciendo un reportaje a un poco más de cien kilómetros de mi casa, otro paisaje, gente nueva y también algún reencuentro. En un momento determinado, llamamos a una puerta, cruzamos ese umbral y el mundo se transforma. Entramos directamente a una cocina, con calor de hogar, donde nos reciben Alfredo y Elena para contarnos su historia. Son mayores, pasan de los ochenta años y mientras Alfredo habla, Elena prepara la comida, él no perdona la sopa.
Mientras hago esta foto, ya avanzado el siglo XXI, pienso que la misma toma se podría haber hecho en el siglo XIX, y poco más que el paquete de fideos cambiaría.